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Fiestas Guayasenses: cuando el juego se convierte en una herramienta para construir paz

  • Foto del escritor: CHARLES ENRIQUE BONILLA ORTIZ
    CHARLES ENRIQUE BONILLA ORTIZ
  • 23 oct
  • 4 Min. de lectura
Comunidad educativa de la Escuela José Villegas Serrano
Comunidad educativa de la Escuela José Villegas Serrano

En el patio de una escuela del Guayas, una madre ríe a carcajadas mientras intenta correr con una cuchara y un limón. Su hijo, desde la línea de meta, la anima con gritos de aliento: “¡Vamos mamá, casi llegas!”. A su lado, un docente hace equilibrio dentro de un saco, mientras un grupo de estudiantes aplaude y otro toca palmas al ritmo de una canción.


Podría parecer una kermés, pero es mucho más que eso. Es una Fiesta Guayasense, una de las actividades comunitarias que el Proyecto Protegiendo Vidas ha llevado a cabo entre septiembre y octubre en diferentes instituciones educativas de los diez cantones donde interviene.


Detrás de esa algarabía hay un propósito profundo: aprender sobre la cultura de paz a través del juego, el arte y el encuentro comunitario. Y lo hacen recuperando lo más auténtico de la identidad guayasense: la tradición de reunirse, compartir, reír y resolver juntos los desafíos.


El juego como lenguaje para aprender a convivir

Las Fiestas Guayasenses fueron diseñadas como espacios de diálogo intergeneracional entre estudiantes, docentes, familias y líderes comunitarios. Cada jornada duró alrededor de tres horas, tiempo suficiente para que la escuela se transformara en un escenario de convivencia y aprendizaje colectivo.


Los técnicos territoriales del proyecto fueron los encargados de dinamizar estas actividades, convirtiéndose en facilitadores del cambio. Algunos incluso se enfundaron la capa azul del ya conocido “Capitán Paz”, el personaje que desde el Festival Voces de Paz ha inspirado a los niños y jóvenes a reflexionar sobre la empatía y la resolución pacífica de conflictos.


Entre carreras de ensacados, juegos de la cuchara y el limón, dibujos colectivos y pequeñas dramatizaciones, se introducían temas que suelen parecer lejanos o difíciles: las rutas de prevención de la violencia, las normativas de protección a la niñez, el respeto a la diversidad y la importancia de los proyectos de vida.


Carrera de ensacados, juego tradicional de Guayaquil.
Carrera de ensacados, juego tradicional de Guayaquil.

“Cuando un niño te explica entre risas que aprendió a ‘pedir ayuda sin miedo’, sabes que la metodología funciona”, comenta Ginger, técnica territorial del proyecto. “Aquí todos aprendemos jugando: los padres recuerdan su infancia, los docentes se conectan con las familias y los chicos entienden que construir paz también puede ser divertido”.


Una provincia que se une por la paz

En total, las Fiestas Guayasenses llegaron a las 40 instituciones educativas del proyecto Protegiendo Vidas en los cantones Guayaquil, Durán, Samborondón, Naranjal, Milagro, Yaguachi, Daule, Nobol, Palestina y El Empalme. Dos encuentros por institución y en cada encuentro participaron entre 25 y 30 personas, incluyendo estudiantes, docentes, madres, padres y miembros de la comunidad.


El objetivo no era simplemente realizar actividades recreativas, sino reconstruir los lazos entre escuela, familia y comunidad, una triada fundamental en contextos sociales donde la violencia y la desconfianza han dejado huellas profundas.


“Cuando jugamos juntos, se rompen las barreras”, comentó el rector de una unidad educativa en Daule. “Aquí, un padre compite con el profesor, un estudiante guía a su mamá en el baile y todos se reconocen parte de la misma comunidad. Eso es lo que buscamos: volver a confiar.”


El espíritu de estas jornadas no solo fortaleció la convivencia, sino que también permitió identificar y dialogar sobre las problemáticas locales. En cada institución, los participantes reflexionaron sobre cómo la violencia afecta su entorno y comenzaron a plantear pequeñas agendas comunitarias: compromisos para mejorar la seguridad, el diálogo y la participación estudiantil.


Aprender con alegría, enseñar con esperanza

En uno de los talleres realizados en Milagro, los niños organizaron una dramatización sobre el acoso escolar. En otra escuela de Yaguachi, un grupo de madres escribió cartas anónimas dirigidas a sus hijos, pidiendo perdón por los momentos de tensión y prometiendo escucharlos más. En Samborondón, los docentes inventaron una canción con los nombres de todos los participantes, y al final, el coro repetía:

“Si jugamos juntos, nadie pierde. Si hablamos, todos ganamos.”

Estos pequeños gestos —que podrían parecer simples— son en realidad semillas de transformación. El juego se convierte en excusa para hablar de emociones, de respeto, de empatía, de futuro. Y esa es, precisamente, la apuesta del componente de gobernanza y pedagogía del proyecto Protegiendo Vidas: dotar a las comunidades educativas de herramientas prácticas y humanas para prevenir la violencia y fomentar una cultura de paz.


Capitán Paz: un héroe que inspira desde el humor

Uno de los momentos más esperados de las Fiestas Guayasenses es la aparición del Capitán Paz, un personaje teatral que combina humor, reflexión y cercanía para transmitir mensajes de convivencia. Con escudo de cartón, capa azul y una enorme sonrisa, este héroe poco convencional invita a pensar que la paz no necesita superpoderes, sino empatía, escucha y respeto.


Capitán Paz interactuando con la técnica Ginger Gómez.
Capitán Paz interactuando con la técnica Ginger Gómez.

“Ser valiente no es pelear, es saber cuándo abrazar”, dice en medio de una ronda de aplausos. Los niños lo miran fascinados, los padres ríen, y los docentes asienten con complicidad. Así, entre carcajadas y reflexiones, se refuerza una lección simple pero poderosa: la paz también se construye desde la ternura.


Más que un juego: una nueva forma de mirar la escuela

Al final de cada jornada, los participantes se iban cansados, pero con una sonrisa. Los técnicos del proyecto recopilaban los aprendizajes y las propuestas surgidas de los grupos. Muchos coincidían en lo mismo: que la violencia no se combate con miedo, sino con comunidad.

“Antes hablábamos de los problemas, ahora hablamos de soluciones”, contó una docente de la Escuela Jorge Villegas Serrano. “El taller nos recordó que la escuela puede ser el corazón del barrio, el lugar donde todos se sientan seguros y escuchados.”

El eco que deja las fiestas de la paz

Las Fiestas Guayasenses fueron más que talleres: fueron una fiesta simbólica por la paz. A través del juego, las familias limpiaron heridas invisibles, los docentes redescubrieron su vocación, y los estudiantes entendieron que aprender también puede ser sanar.


En tiempos donde la violencia parece una rutina diaria, iniciativas como estas devuelven la esperanza. Porque si algo quedó claro después de estas jornadas es que la paz no se impone, se teje: con risas, con diálogo, con comunidad.

 
 
 

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