Crónica: "El orgullo en medio del encierro"
- a3h176
- 8 dic 2024
- 3 Min. de lectura
La mañana en la pequeña comunidad de Guayaquil transcurría como cualquier otra, pero en la casa de María, algo distinto vibraba en el aire. Su hija, Sofía, sería abanderada en su escuela. Un logro que muchas veces pareció distante, un sueño difícil en medio de las calles marcadas por la inseguridad y la violencia que tanto se han ensañado con su barrio. María, una madre que siempre luchó por ofrecer lo mejor a sus hijos, veía en ese momento un respiro de esperanza, una señal de que, a pesar de todo, su pequeña Sofía avanzaba.
El salón de la escuela, decorado con modestia, acogió el acto con orgullo. Sofía, con su uniforme impecable y el brillo en los ojos que solo los niños saben tener, recibió la bandera tricolor entre aplausos. Las miradas de sus compañeros, maestros y autoridades la llenaban de nervios, pero sobre todo de alegría. Para ella, ser abanderada no era solo un reconocimiento académico, sino la prueba de que su esfuerzo y el de su madre valían la pena. Sabía que, fuera de esas paredes, la vida era dura. Pero allí, en ese instante, todo parecía posible.
María no pudo evitar las lágrimas. Ver a su hija en ese momento, erguida con la bandera, representaba mucho más que un símbolo patrio: era el triunfo de una niña que, entre amenazas de robos y miedo constante, seguía adelante. Pero el orgullo venía acompañado de una tristeza silenciosa. María sabía que no habría gran fiesta para celebrar ese día. La inseguridad que envolvía su barrio les impedía celebrar como Sofía se merecía. Las calles, siempre bajo la sombra de la violencia, no eran seguras. Y aunque el corazón de María deseaba gritar de felicidad, sabía que su celebración sería íntima, encerrada en las cuatro paredes de su hogar.
La tarde pasó entre abrazos y besos rápidos. María, temerosa de salir, organizó lo poco que pudo en casa. Sofía, por su parte, estaba feliz con los pequeños detalles: una torta sencilla y algunas decoraciones hechas a mano por su madre. El temor a la inseguridad se colaba en cada decisión, pero ninguna amenaza sería suficiente para borrar el orgullo que ambas sentían.

Entre risas contenidas, María y Sofía vivieron su propio festejo. María, a ratos, dejaba escapar lágrimas de alegría, porque a pesar del miedo, la imagen de su hija con la bandera seguía brillando en su mente. Sabía que estaba criando a una niña fuerte, que avanzaba en un entorno difícil. Y eso, para ella, era su mayor victoria.
En medio de este escenario tan cotidiano como doloroso, iniciativas como el proyecto Protegiendo Vidas ofrecen una luz.
Las calles que rodean la escuela de Sofía, poco a poco, están siendo intervenidas para devolverles a las familias el espacio que siempre les ha pertenecido. A través de este proyecto, se busca no solo mejorar las condiciones de seguridad en los entornos escolares, sino también fortalecer el tejido social que se ha visto debilitado por el miedo.
María lo sabe. Sabe que los cambios no ocurren de un día para otro, pero también entiende que hay esperanza. Mientras abraza a Sofía en esa pequeña fiesta improvisada, sueña con un día en que no tendrá que temer al salir de casa, en que su hija podrá celebrar sin restricciones ni temores. Y aunque esa realidad aún parece lejana, el orgullo que siente al ver a su pequeña avanzar es lo que la impulsa a seguir luchando.
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